POEMAS PARA CORREGIR

DEL POEMARIO «EXODUS ME». (del 27 al 40)

 

DECIR ADIÓS.

 

 

 

Mañana vendrá buen viento

para alejar los hedores de las calles,

esa sombra

que siempre está sobre nosotros,

buen viento

para decir adiós a gritos desgarrados,

al gemido ficticio del orgasmo.

 

Decir adiós

solo por el placer de despedirse,

para buscar el tiempo de seguir la huella

a ver,

si alguna vez,

alguien nos habla

del lírico sonido de una piedra,

de una voz desnuda en medio de la calle.

 

En fin, decir adiós,

porque el adiós

es otro punto de partida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HUESOS PERDIDOS.

 

 

 

 

El valor del recuerdo

se forjó en mi mente como un crisol

donde se estaciona la vida,

aquella que es río

circundado en raíces que unen el universo.

 

Siempre hay un círculo de fuego

a nuestro alrededor

para iluminar el sendero

que siguen nuestros huesos.

 

Una jarra de greda espera el beso.

Al mismo tiempo

remití una carta a tu sombra

aún sin respuesta.

Tal vez,

la respuesta  dance en una pared

donde los muchachos escriben consignas 

bajo el rostro vigilante de Ernesto.

 

Tal vez, sigamos

más allá de nuestra propia muerte,

hasta ser otros huesos

perdidos en la orilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CARTA DE DESPEDIDA.

 

 

El sol se apaga por instantes,

segundos precisos

para una carta de despedida.

 

Valientes huesos náufragos

atentos al llamado de mis huesos,

bajo el misterio

de clandestinos parajes,

hacia donde la oscuridad nos llama.

A toda hora nos llama,

desde que nacemos

grita nuestro nombre

rastreando la esencia de la huella.

 

La verdad escurre

bajo una angustiada epidermis.

 

 

 

 

 

 

RÉQUIEM.

 

 

 

 

Vagamundo, pisando huellas

en esta playa agotada

de invisibles caminantes.

 

El dolor yace en la noche

para desvelar las cuadernas de mi nave

que no se han dado al reposo

bajo el párpado inmóvil.

 

El mar ha entrecerrado el cejo.

Ha mudado su piel de serpiente

en cordilleras dormidas bajo el océano.

El sueño viene a paso lento,

sueño del no ser,

en este ser,

exiliado en la palabra.

 

Luz amarga, en el reflejo de otras miradas

soledad es absoluta

en el agitado mar de mis venas

espacio para el coro de mi réquiem.

 

 

 

 

 

ADIÓS SIN BESO.

 

 

Viento en el viento

oculto en una nube de arpegios,

excitando la vieja memoria

en las rojas tejas de mi pueblo.

 

Un gato canta melodías

cuando

la tarde seca sus horas húmedas.

 

Navegar ha sido tiempo perdido

sin alguna señal del destino

que nos diga adónde vamos,

aunque sabemos  que de todos modos

siempre vamos a la misma parte.

 

En este piélago el tiempo se deshace,

Como cadencias de una guitarra

que entona nuestros sueños,

aquellos que habitan ebrios trasnoches

en los que observamos

el momento de una crisálida

abriendo las alas

para un adiós sin retorno.

 

 

 

 

ENTONCES.

 

 

.

Entonces,

una nube se ilumina de mariposas

buscando una flor

para su breve tiempo.

 

El mío ha sido extenso

sin sonrisas,

sin palabras de bienvenida,

sin voces que me llamen.

 

Solo hay

una brasa de soledad en la garganta.

 

 

 

 

 

 

 

 

SIEMBRA DE OLVIDO.

 

 

 

Ha quedado nada de todo,

solo agua

alentando un murmullo

de escalofríos en tu piel.

 

Umbrío relieve de un anónimo paisaje,

que desflora la nitidez de tu presencia.

 

Desde ahí vienes

hilando instantes del eclipse

tejido por tus manos

en el catecismo de la duda.

 

Me sorprendes,

antes de abrir esa puerta

donde escondo mi vergüenza vagabunda,

allí,

donde marco senderos hacia el huerto

preparado

para la siembra del olvido.

 

De todo

nada ha quedado palpitante

en este rincón del apocalipsis,

solo nuestro aproximando rostro

en andaduras urgentes

y aquel vaticinio del invierno venidero,

donde ahora mismo,

anidamos como aves al acecho 

de un espacio poblado de palabras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SOBREVIVIR.

 

 

 

Los amaneceres llegan del Oriente

como un sirio

para la oscuridad final.

 

Sigo el camino trazado por la Luz

en medio del silencio,

para ahuyentar oscuridades

anunciadas

en esa clandestinidad del tarot

donde se cruzan todos los caminos.

 

Las horas sustraen mi tiempo,

transforman mi sangre

cual traje recién vestido

sobre la desnuda carne. 

 

Este oficio de vivir

intentando escalar palabras abortadas

a veces se vuelve tempestuoso,

sobrevivir rutas marcadas

en mañanas ebrias de lunaredas 

diluidas

en el rojo fondo de una copa

que hemos de beber hasta la última gota.

 

Sobrevivir

en eterna búsqueda de sí mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

OJOS DE LA VIGILIA.

 

 

 

A la hora de volver

desvisto las razones,

para saber cuál es el sentido

de volver sobre los pasos,

recorrer lo andado,

en dominio desta esencia inmutable,

tejida en el espectro de luz.

 

Caen semillas de hualles maduros

sobre un idioma oculto entre el follaje,

sherzo etéreo en esta vegetal sinfonía

desbordada en un vuelo

definitivamente extraviado.

 

Bajé al río

como último recurso de despedida,

en esa hora

la tarde escapaba a su reposo,

coigues y álamos embozados

se alejaron apenas entrado marzo.

 

Todo ha cambiado en esta fantasía 

propietaria de realidades

extraviadas en la conciencia.

 

Un ladrido rompe los adobes del sueño,

para que los ojos de la vigilia

cuelguen entre Orión y Marte.

 

 

REALIDAD.

 

Finalmente, esto de la realidad,

me preocupa,

nunca he estado cierto de su esencia.

 

El espejo mira a los ojos

mientras una taza de café espera.

 

Tal vez,

metáfora a la demencia,

alucinaciones

pululando en medio del grito

estrellado contra el muro.

 

Algo de ella se asoma en los inviernos

vistiendo silencios

en la desnudez del reposo,

sepultado por la escarcha.

 

Un paisaje del Medio Oriente

anida el obturador de esta cámara,

un niño  llora su madre muerta,

es una realidad

en medio del estruendoso polvo

levantado

por un pájaro perdido

sin primaveras para tejer el nido.

 

 

PUERTO FINAL.

 

Hay un puerto

iluminado en el adiós

un resumen

de lo que a sido mi aventura.

Ahí llega el brote de los hualles,

las primeras palabras.

Porque la vida

solo es un barco en el infinito

y el puerto, desolado paraje

sin playa ni arena,

oculto en nuestra propia sangre.

 

Late el viento a punto de ser parido.

Tinta impresa en el rostro de la hoja

al calor de distancias que cruzan la mente.

Es aire

inhalado antes de pronunciar tu nombre,

aliento,

que cubre tus labios en el beso,

fuego inicial

donde la desnuda piel abrasa.

 

Todo se ha iniciado

en algún espacio de la mente,

errante estela del mar,

quizás, una huella en el cielo.

Es el alcohólico sendero

hacia avenidas turbulentas,

hospedaje de nuestras voces

en las que permanecerán

mis huesos, algún día.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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